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Si los criados y el portero hubiesen tenido en su Smartphone la ubicación en tiempo real de su señor, no tendrían necesidad de estar vigilantes esperando… ¿o no?

Parece que la tecnología  nos facilita la vida en muchos sentidos, pero también nos está limitando la experiencia de otros. Uno de ellos es la espera, muy apropiado para este tiempo de Adviento que iniciamos hoy.

En el Evangelio, Jesús nos invita a estar alerta, a esperar al Señor (como las vírgenes prudentes, como los siervos de los talentos…). Hoy en día esperamos pero con el tiempo ajustado: tenemos cita para los trámites, el smartwatch nos avisa de la próxima reunión, la alarma del calendario nos recuerda las citas del día o la hora de la pastilla, la ubicación en tiempo real nos marca por dónde va la persona con la que hemos quedado (ya ni siquiera la esperamos).

Sin embargo, el tiempo de Adviento nos desubica para ubicarnos en la realidad del tiempo, del ahora de Dios, del kairós. El Señor nos pone en camino nuevamente sin más orientación que su Palabra para que nos dejemos sorprender por su Amor encarnado en lo sencillo, en lo cercano, en lo cotidiano, en lo último, en el hermano. Y para que nos fiemos de él.

Pero al Señor no le esperamos solos, mirando una pantalla; le esperamos en comunidad, en fraternidad, porque Dios no nos salva solos. Porque Dios, que es familia, se hace entrega para todos los hombres. A Jesús le esperamos con los hermanos.

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