Te tienes que cuidar. La caridad empieza por uno mismo. Lo importante es que estés bien contigo mismo, que seas feliz. Tú eres lo primero. ¡Cuántas veces hemos oído estos mensajes? Y aunque contienen una gran verdad, encierran también una gran tentación: poner el foco en uno mismo.
El evangelio nos sitúa hoy, no en el centro, sino en la periferia de nosotros mismos: Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
Leemos el segundo anuncio de la Muerte y Resurrección de Jesús. Sin embargo, este mensaje tan doloroso, no cala en los discípulos: siguen soñando con un Mesías glorioso. Y Jesús predica un Dios que actúa con una lógica totalmente diferente. La lógica humana conduce al egoísmo, la de Dios al desprendimiento. La lógica de los discípulos es subir y dominar, la de Jesús abajarse y servir. No se trata de tener mayor poder, sino de cómo servir mejor.
Jesús sueña con un mundo en el que los engreídos, los encantados de sí mismos, los que avasallan, los que manipulan, los que son incapaces de compadecerse… no ocupen los primeros puestos. Al contrario, los débiles, los que tienen un corazón generoso, los que necesitan ayuda y los que ayudan, los que escuchan, los que tienen un corazón en búsqueda, los pobres ante Dios… esos sean los principales en su Reino porque la verdadera grandeza no la mide por el poder sino por el servicio a los demás.
Y Él es el mejor ejemplo, que ha venido no a ser servido sino a servir. Que predica: “El que quiera llegar a ser grande, sea servidor”. Cada pequeño acto de bondad se convierte en grande en su Reino y en la vida de los demás.
Cuidémonos, sí, pero para ser los primeros en servir. Sigamos el ejemplo de Jesús y seamos luz y apoyo en la vida de quienes nos rodean.
Hna. Isabel García, JST.