Nuestra mentalidad libertaria del s. XXI es reticente a escuchar y comprender el evangelio de este domingo.
Situándonos en el contexto del tiempo de Jesús y la ley judía, se entenderá que el Maestro se pone al lado de la mujer, en esta visión tan capciosa de quién repudia y por qué. Como leemos en otros textos del evangelio, la mujer sorprendida en adulterio es condenada a la lapidación, solo Jesús acoge y la pone en su lugar. La mujer viuda que va a enterrar a su hijo único es restituida por Jesús de su futuro cuando resucita a su hijo.
Pero más allá de la ruptura o la separación de la pareja. De los motivos internos o externos que pueden haber provocado esto, la primera lectura nos invita a reflexionar sobre el origen de la complementariedad de la persona. Este se encuentra en la creación, en nuestro ser obra de las manos de Dios. Surgimos desde el amor creador de Dios y para la complementariedad.
Surgimos para ser felices y para la entrega. Vivimos en la fidelidad y el compromiso. Y sabemos, como dice la carta a los Hebreos: “El santificador (Jesús) y los santificados proceden todos del mismo” (Hb.2,11).
Equipo de Redes. JST.