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De lo que rebosa el corazón, habla la boca - Domingo 8 del Tiempo Ordinario
Último domingo antes de iniciar la cuaresma. Y en este evangelio, Jesús nos da pautas para irnos preparando, para revisar nuestra vida a la luz de su Palabra.
Sabemos que a Jesús le gustaba hablar en parábolas. Las propuestas en el evangelio de hoy son breves, apenas un par de líneas. Pero no por eso, menos ricas en símbolos.
Si en el evangelio del domingo pasado se nos pedía cuidar intensamente el amor a los enemigos, hoy Jesús nos propone mirar a nuestro alrededor, a los que están cerca de nosotros. Porque si hemos de practicar la comprensión y el perdón con los que nos odian, en más ocasiones y con más dificultad y heroísmo, tenemos que ejercitarlos con los que conviven a nuestro lado.
La crítica nos puede resultar fácil. Pero, ¿y si nos paramos a reflexionar sobre los sentimientos más íntimos que les llevan a actuar? Caer en la cuenta de las batallas que libran consigo mismos cada día. Comprender su dolor de querer y no poder; de levantarse cada día, pese a la enfermedad; de experimentar la soledad rodeados de gentes; de sentir el corazón roto, traicionados por los que más quieren; de esforzarse por sacar a la familia de situaciones penosas; de sus deseos de perdonar, pero incapaces de hacerlo; de… ¡Cuántas situaciones que pasan desapercibidas en nuestro quehacer diario porque estamos mirando la mota ajena, cegados por nuestra propia viga!
Jesús nos indica otro camino: avivar la bondad que anida en nuestro corazón para que la luz que llevamos en nuestro interior no se ahogue con la crítica, sino que se transforme en llama que irradie calor a cuantos viven con nosotros. Buscar su felicidad con gestos llenos de amor; rodearles con palabras que alientan, de las que brota vida, que son bálsamo en el camino diario.
Palabras amables y gestos cordiales, que rebosen de nuestro corazón… corazón que desea ser como el de Jesús.
Hna. Mª Isabel García, JST
Lucas 6, 39-45.
EN aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».
La medida es el Amor - Domingo 7 del Tiempo Ordianrio
Vivimos en un mundo donde lo que impera no es precisamente el amor. Y el amor desinteresado menos aún. Casi siempre preguntamos: ¿Cuánto vale? ¿Qué voy a recibir a cambio? ¿Qué voy a ganar con esto? Todo lo calculamos y medimos. Y aun así siempre estamos insatisfechos.
Jesús, en el evangelio de hoy, nos invita a hacer del amor la única medida en nuestra vida.
¿Y qué significa esto? Significa apostar por la amistad, la acogida, la solidaridad, el respeto, el perdón. Significa hacer opciones por aquello que de verdad nos hace felices y que no cuesta dinero. Significa romper con la lógica de nuestro mundo y entrar en la lógica del evangelio.
Y esto no es fácil, y no podemos alcanzarlo solo con nuestras fuerzas. Nos exige mirar al maestro y aprender de Él. Y nuestro amor será auténtico y verdadero cuando vaya envuelto del regalo del perdón. Porque todos somos débiles, porque todos necesitamos ser perdonados. Porque todos queremos un mundo mejor. Y nuestro mundo mejorará cuando en nuestras vidas optemos por la lógica del amor y del perdón.
Hna. Conchi Castro, JST
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,27-38):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Bienaventurados, felices... - VI Domingo. Ciclo C
Cuesta leer hoy en día las bienaventuranzas y entenderlas como un programa de vida que aporta felicidad al hombre. ¿Cómo pueden ser dichosos los pobres, los hambrientos, los perseguidos…? ¿Cómo pueden alcanzar la felicidad cuando su vida diaria genera tanto sufrimiento y tanto dolor?
Y es que a los ojos de nuestro mundo este proyecto de vida que nos propone Jesús no tiene sentido. Vivimos movidos por el tener, el poder, al aparentar… Pero no podemos olvidar que lo que realmente nos hace feliz es aquello que nos devuelve nuestra esencia, lo que nos posibilita ser lo que estamos llamados a ser. Por eso las bienaventuranzas son un mensaje de felicidad y de esperanza. Porque nos conectan con la esencia de lo que realmente es Dios.
Felices los que son pobres y saben vivir con poco; felices los mansos, los que rechazan cualquier tipo de agresividad y violencia; felices los que sufren con los que sufren; felices los que saben perdonar de corazón; felices los que viven lejos de engaños y tienen un corazón limpio; felices los que trabajan por la paz, en cualquier momento y situación; felices los que son perseguidos por hacer el bien y estar cerca de los demás; FELICES porque un día alcanzarán la recompensa, no la del mundo, sino la del mismo Dios. Felices porque si vivimos así, estamos haciendo presente en nuestro mundo al mismo Dios.
Hna. Conchi Castro, JST
Echa las redes - V Domingo. Ciclo C
Domingo 5⁰ del tiempo Ordinario.Lc.5,1-11
Tenemos el pack completo en el evangelio de este domingo: predicación, milagro, conversión y seguimiento. Si nos colocamos en la piel de Pedro quizás entendamos mejor cuáles son los mecanismos interiores que desata Jesús y desencadenan en su seguimiento. Jesús aparece en escena. Mucha gente le sigue porque quiere escucharle, porque dice las cosas de otro modo… y utiliza como púlpito la barca de estos pescadores que están recogiendo los aparejos después de un día infructuoso.
Ellos también oyen el mensaje del Reino, pero su lección se completará cuando muevan las barcas de puerto. Muchos son los que oyen la Palabra, pero no es suficiente: hay que pasarla por el corazón y la vida. Eso se hace mar adentro, en lo profundo, en la riqueza y miseria de cada uno. Y la miseria de estos trabajadores era no haber conseguido nada después de mucho esfuerzo y mucha noche… y aquí viene la primera palabra que cambia la vida: no la que sale de nuestra fuerzas, sino de la invitación a confiar en el Otro y en la “inoportunidad” de Dios : “ echa las redes”.
El primer paso de la conversión de Pedro, y con él el de cada uno de nosotros, se resume en esta frase: “en tu nombre echaré la redes”. Esto traducido al lenguaje de hoy serían: “ mira que no lo tengo muy claro, ya nos ha ido mal antes, yo no confío pero si tú lo dices… eso sí, si sale mal es tu culpa… Ya te avisé).
Cuando nos dejamos interpelar por Dios, no tenemos nada que temer. La vida se llena de sorpresas y de abundancia; no tenemos más que mirarnos las manos y reconocer que si no es por el Señor, ese milagro no se hubiese obrado; que si no es por él, mi familia, mi trabajo, mi misión, mi persona no sería tan abundante, no podría darla a manos llenas.
Ante este derroche de gracia solo podemos decir cómo Pedro: ¡perdóname por haber dudado y por fiarme solo de mi; perdóname por oír solo tu palabra y no dejar que cale hondo; perdóname por vivir desde la superficie, por no vivir desde tu amor! Llegados a tierra, después de esta experiencia de conversión a Cristo que se vive también en comunión, el paso a dar es claro: sin temor o dudas, le seguimos porque él nos llama, nos reorienta, nos sintoniza el corazón-cabeza-manos.
Nos hace pescadores de hombres, anunciadores de su Buena Nueva, constructores de un mundo más Justo; pregoneros del amor y la alegría de este Dios Uno y Trinidad que se entrega sin medidas a todos los hombres que le buscan y anhelan Palabras de Vida y Salvación.
JST
He venido a traer esperanza y amor. IV Domingo, ciclo C
“Ambicionad los carismas mayores…” San Pablo da en el clavo con la mentalidad actual. De algún modo se nos ha colado en nuestros “valores personales” la ambición de ser mejor… pero ¡ojo!, aquí está el mensaje del Evangelio, no se nos pide ser mejor de cualquier manera, sino desde las premisas del amor; del amor bien entendido, del amor que se hace entrega, servicio; del Amor que se hizo persona y nos mostró cuál es el camino de encuentro con Dios Trinidad-abrazo-Misericordia: Cristo.
Jesús nos recuerda en el Evangelio de hoy la segunda parte del episodio de su lectura del profeta Isaías y el anuncio a sus paisanos de que la Salvación se había cumplido en el Aquí y Ahora del pueblo. Pero claro, Jesús no daba el perfil del Mesías que los estereotipos judíos habían implantado durante siglos en la “esperanza” del pueblo.
Y aquí es donde entra la “ambición”. Si el domingo pasado contemplábamos el Reino de Dios que llega para todos y todos somos sanados de nuestras “dolencias”, este domingo los paisanos de Jesús ambicionan un reino mucho más grande y que no puede traer el hijo de un carpintero de un pueblo minúsculo de Galilea. ¡Qué reducido hacemos el mundo cuando lo miramos desde nuestros ojos y no desde los de Dios!
Jesús vuelve a insistir con la Buena Noticia: Dios es para todos, Dios está al lado de quienes le esperan, de quienes le acogen, de quienes confían en su Palabra y pueden ser las viudas de Sarepta, los leprosos, los que viven en la calle, los que han perdido la esperanza; los que se sienten abandonados, los que no tienen con qué alimentar a sus hijos, los que tienen de todo pero se sienten vacíos; tú, yo, tu vecina del tercero…
Nos resulta difícil entender esta manera de actuar de Dios, se sale de nuestros parámetros humanos, ¡y menos mal! El texto de Corintios nos da una clave de lectura para entendernos y comprender la el aquí-ahora de la salvación:
Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.
En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.
Por tanto, crezcamos cada día en la “ambición”, en el siempre más amor de Dios Trinidad por cada hombre y llevemos esta Buena Noticia a todos.
JST
Hoy se ha cumplido esta escritura-Lc.4,16
Cada uno de nosotros somos en este evangelio Teófilo (“amigo de Dio” o “amado de Dios”) al que se le recuerda un hecho importante de la vida de Jesús. Nos podemos ver reflejados en nuestras horas de catequesis, cuando nos narraban las parábolas y milagros, o en clase de Religión, o en la familia o en la Eucaristía…
Pero lo que Lucas nos transmite no es una simple historia, no es una demostración de que Jesús era letrado. Lo que nos anuncia es el plan de salvación de Jesús, el Ungido, y si queremos actualizarlo más: su programa político. Con una diferencia: Jesús es Palabra y obra, realiza lo que dice porque es la misma Palabra de Dios actuando.
El pasaje del profeta Isaías tiene gran resonancia en que aguardan al Señor. “María lo oyó en la anunciación, Simeón se inspiró en él, el Bautista reconoce por él su misión. También Jesús expresa su misión por medio de él.
El texto del profeta habla del don del Espíritu y del encargo recibido de Dios; de la obra del que trae la salvación, del anuncio y del mensaje y de la actividad salvífica del Señor. Jesús actúa de palabra y de obra, es salvador y mensajero de victoria.
Es la victoria de la misericordia, de la compasión, del compromiso con los más necesitadas, también con los de al lado. Es recobrar la vista de los ciegos, o de los que “estamos ciegos” y se nos ha endurecido el corazón por la rutina, incapaces de descubrir y anunciar la gracia que Dios realiza en nuestra vida y en la vida de los demás. La gracia que estamos invitados a anunciar. Porque Teófilo, esto que te cuento HOY es para que lo asimiles en tu cabeza y en tu corazón, lo vivas y lo proclames.
Porque sigue siendo actual este “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura. Es un hoy presente. Mientras pronuncia Jesús estas palabras, se inicia el suspirado año de gracia. El tiempo de salvación es proclamado y traído por Jesús. Es lo increíblemente nuevo de esta hora. Hoy es el tiempo en que se empieza a vislumbrar el tiempo del Mesías, ¿lo ves?
El mensaje exige la fe, la fe viene de oír, es respuesta a una interpelación.
La fuerza y la realidad del Reino de Cristo están presentes entre los hombres. El Reino ha dejado de ser una meta de simple futuro a la que tendemos: es la verdad, la novedad del mundo que Cristo suscita. Cuando Jesús proclama: «Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura», anuncia que ha llegado el espíritu de la liberación definitiva. Alude a una verdad fundamental, a la exigencia de conversión-liberación a la que tiende todo corazón humano. Todos estamos incluidos.
JST.