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La esperanza abraza la incertidumbre
La esperanza tiene una misión: abrazar la incertidumbre hasta que esta se despoja de lo que le sobra, su “in-“. Le ayuda la fe porque ella es garantía de lo que se espera, la prueba de las realidades que no se ven (Hb.11,1). Pero la conversión, la metanoia de la incertidumbre es definitivamente posible por el amor… esa fuerza que fluye desde lo más profundo de la Trinidad, riega toda la Tierra e impregna la historia de tal manera que se perpetúa en ella.
Una palabra para hoy
“¡Hay tanto que admirar, agradecer, amar y bendecir!”
En medio de tanto dolor quizá no resulte oportuna esta frase de Padre Eladio. Sin embargo, recuperarla justo ahora, nos puede hacer mucho bien.
Hoy podemos admirar y agradecer tantos gestos heroicos, tanta generosidad anónima y callada, tanta entrega ilimitada, tanto sufrimiento ofrecido, tanta valentía y fuerza desmesurada, tanta creatividad y cariño, tanta humanidad expuesta, frágil, vulnerable, pero grandiosa y extraordina-ria a la vez… Permitamos que nuestra mirada se deje asombrar por tanta bondad y que de ella brote una gratitud sanadora, positiva, esperanzada.
Es tiempo de silencio y escucha activa
En este tiempo inimaginable que nos ha tocado vivir son muchas las palabras que han pasado a formar parte de nuestras conversaciones o de nuestras escuchas, entre ellas RESILIENCIA: la capacidad del ser humano para sobreponerse a situaciones límite.
A ser resilientes ayuda y mucho el silencio.
Una Pascua Herida
Cuando en estos días contemplamos los textos de las apariciones de Jesús Resucitado, podemos caer en la cuenta de que no todo fue tan sencillo como parece a primera vista.
La Vida no se impuso de inmediato en medio del dolor, ni el gozo se abrió camino rápido entre tantos corazones atenazados por la tristeza, ni la esperanza brotó de repente entre las espinas del miedo y el sinsentido.
Aunque el Evangelio parezca que nos lo ahorre, la Pascua fue un proceso, un proceso de sanación de heridas, de recuperación de ideales, de reparación de sueños. Y fue un proceso lento, porque las heridas profundas se curan lentamente, como acariciándolas, cuidándolas y protegiéndolas de otras posibles agresiones. Creo que, esta Pascua, es particularmente una Pascua herida, y que por ello precisa de procesos lentos de sanación, internos y externos. Esta Pascua nos llega, como dice la canción, con tres heridas bien concretas: la del amor, la de la muerte y la de la vida.
La herida del amor
Estamos siendo testigos de un despliegue de amor y humanidad que no podemos dejar que ensombrezcan unas cuantas voces o gestos disonantes. Podemos elegir hacia dónde enfocar la mirada y yo lo tengo muy claro: el Amor gana.
El amor que se reinventa en las familias cada día de confinamiento;el amor que se arriesga a dar la vida en primera línea en los hospitales y residencias; el amor que aplaude con corazón y con verdad desde los balcones; el amor que renuncia a contagiar aun a costa de vivir solo, sin el abrazo de los tuyos; el amor que crea belleza para que otros disfruten y sueñen; el amor que celebra las pequeñas victorias; el amor que acompaña soledades y hace llegar la ternura donde de otro modo no llega; el amor que llora y se une al dolor de quienes pierden la batalla; el amor que se resigna a permanecer porque no puede hacer nada más; el amor que eleva una oración por los suyos y por todos; el amor de la generosidad para mejorar las cosas y de los detalles pequeños en la vida cotidiana; el amor que busca formas de ayudar e investiga soluciones en el silencio de los laboratorios; el amor que reconoce el esfuerzo y el trabajo de quienes siguen haciendo que la sociedad funcione; el amor que se conmueve hasta las lágrimas…
Hna. Mª Eugenia González García
La partida hacia la casa del Padre de H. Mª Eugenia González García, el 8 de abril, Miércoles Santo, nos ha dejado el corazón dolorido y encogido.
Ella fue “ungida” tempranamente, al rayar el alba, para presentarse ante el Altísimo y comenzar a vivir una vida nueva.
Ante tantas preguntas que surgen cuando la vida nos golpea, escuchamos las palabras de Jesús a Pedro en el lavatorio de los pies: “Lo que yo hago no lo entiendes ahora, lo comprenderás más tarde” (Jn.13,7) . Y con ellas en el corazón nos quedamos. Mientras vivimos ese proceso de asimilar con fe los caminos del Señor, la ausencia de nuestra hermana ha hecho aflorar, como en espléndida primavera, los dones con los que Dios Trinidad la adornó. Y ha brotado en nosotras y en mucha gente el agradecimiento.