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Domingo 28 del Tiempo Ordinario. San Marcos 10, 17-30

“«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico”.

Puedo buscarte,
con una brújula 
que apunte hacia dentro.
Es inútil.
El mapa más vistoso,
trazado a base de rutina e inercias,
no ha de llevarme a ti.
Si te persigo 
al final de una cascada 
de palabras, tan hermosas
como vacías,
no estarás en esa agua.
En el amor calculado,
en la profecía sin riesgo,
en el compromiso medido,
o el evangelio con precio,
tampoco te encontraré.
Hay que ser Zaqueo 
encaramado a lo más alto,
joven rico vencedor del miedo.
Hay que ser Magdalena 
levantada del suelo,
o discípulo, que encarando 
la tormenta, se lanza a tu encuentro.
Hay que ser Pedro desconcertado,
Tomás cuestionado, Pablo ciego.
Hay que ser aprendiz de justicia,
alfarero de lealtades eternas,
constructor de tu reino.

(José María R. Olaizola, SJ)

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