Hoy Jesús nos podría hacer la pregunta a nosotros, ¿Dónde queréis celebrar el encuentro? La respuesta sería clara: ¡En la calle! Y más después de estos meses de confinamiento, restricciones… eso sí, con los cuidados oportunos.
Jesús estaría de acuerdo, ya que la celebración de hoy es una fiesta de “calle”. Así la llamaba una de mis hermanas de comunidad a la Celebración del Corpus Christi: “Hoy es la fiesta de Nuestro Señor en la calle”
Cristo entregado por completo se hace accesible a cada uno de nosotros; es cercano a nuestra realidad de hombre, sufrimiento, enfermedad, desesperación, abandono en que ha sumido a muchos la pandemia, y se pasea por las avenidas de nuestras ciudades.
Por esto mismo, deberíamos ir más allá de los inciensos, el olor a romero y los ropajes rojos. El Amor-Verdadero se enarbola como estandarte en medio de las plazas, en el centro de lo cotidiano, de tus rutinas, para que pares un segundo, mires a lo alto y te preguntes: “¿cómo soy amado? ¿Cómo amo?
Cristo nos envía a cada uno de nosotros a ser custodias vivas, a ser vida derramada y entregada por aquellos que sufren en nuestras casas y en las cunetas; a ser alimento que reconforta y vigoriza a aquellos que están cansados de la vida, que han perdido toda esperanza, o que quieren seguir haciendo algo bueno por los demás. Cristo nos insta a ser comunidades que tengan como centro el Amor Trinitario.
Cristo resucitado, cristo alimento de salvación, Cristo Eucaristía, Cristo que nos ha cambiado la vida y la mirada con su modo de amar, y desde esta comunión real nos invita a ser “pan partido para la vida del mundo”.