En el evangelio del cuarto domingo de pascua sobresalen dos figuras: el pastor y las ovejas. (Jn.10, 11-18)
Hoy nos resulta bastante ajena la figura del pastor, raramente lo vemos cuidando el rebaño. Aun así, entendemos fácilmente lo que Jesús nos quiere transmitir porque tenemos esta o parecida experiencia: Entramos en una tienda y hay dependientes que rápidamente nos preguntan, se interesan, buscan. Otros, en cambio, responden con evasivas, sin implicarse, dan la sensación de que están para dejar pasar las horas. Uno es “buen pastor”; el otro, el “asalariado”.
En nuestra vida, experimentamos mucho de buen pastor y mucho de asalariado. Vivimos como “buen pastor” cuando nos comprometemos en proyectos del Reino, por dar testimonio coherente con nuestras obras; invitando a otros a su seguimiento, sin avasallar, sí, pero sin acobardarnos ante los lobos que quieren que escuchemos otras voces que no son las del Buen Pastor, voces que nos sugieren caminos más llanos y fáciles a los que Jesús nos propone. Vivimos como “asalariados” cuando huimos del compromiso pensando en dar una respuesta un poco más tarde… mañana, quizá…
Y si la figura del pastor nos resulta lejana, las ovejas arrastran mala prensa: dóciles, gregarias, idénticas… sin iniciativa. ¿Son estas las ovejas que el Buen Pastor guía en su redil? ¿Nos quiere así Cristo? ¡No! Pertenecer al rebaño de Cristo entraña compromiso, entrega diaria, buscar caminos alternativos… Y esto implica creatividad y fuerza de voluntad; dar voz a los que sufren y tomar partido ante las injusticias.
Sin embargo, la comodidad del asalariado nos acecha y preferimos, con frecuencia, no arriesgar. ¿Cómo me sitúo dentro de la Iglesia? ¿Dejándome llevar o abriendo caminos nuevos de fraternidad? ¿Siendo insignificante para la sociedad o entregando la vida, como Jesús, cada día? De la respuesta dependerá encontrar nuestro camino, nuestra vocación concreta, siguiendo al Buen Pastor.
Aunque, pensándolo bien, si ser oveja significa fidelidad al Pastor… Entonces sí deseo pertenecer a ese rebaño: fidelidad a sus palabras, cueste lo que cueste; fidelidad a su seguimiento, dando la vida día a día.
Hna. Isabel García, JST