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Muchacha, a ti te digo ¡levántate!

si pudiera tocar tu manto - josefinas trinitarias

En tiempo de distancias sociales, este evangelio parece casi provocador: un padre desesperado que le pide que toque a su hija para que sane y una mujer, impura, que se acerca a escondidas para tocar su manto.  Y es que la gente sabía del poder de Jesús en las distancias cortas. 

Ambos personajes van a Jesús desde la angustia de saber que nadie ha podido hacer nada por ellos y con la fe cierta de que solo él puede curarles. Esta fuerza del corazón les lleva a dejar a un lado las limitaciones ideológicas y religiosas del jefe de la sinagoga y las prohibiciones culturales y religiosas que someten a la mujer con hemorragias. Lo que les mueve a actuar contra la sociedad de su tiempo es la vida que están perdiendo y la conciencia clara de que es la Vida-Jesús quien está pasando delante de sus ojos y que solo el Cristo puede comprenderles y salvarles.

¡Cuántas veces estamos limitados por prejuicios, preceptos, normas, imposiciones que pueden venir de nosotros mismo, o impuestas y consentidas por la sociedad! ¡Cuántas veces sentimos que perdemos la vida y no somos capaces de acercarnos al borde de su manto para ser sanados de nuestras desconfianzas y de nuestras muertes (pecados)! ¡Cuántas veces perdemos la fe, como esos que están esperando al padre afligido para decirle “Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?”

Jesús no es indiferente al dolor y sufrimiento de los hombres. Su amor que es sanador conecta con la súplica del padre y con la oración hecha  gesto de la mujer.  Por eso rompe la barrera de la desesperanza y el rechazo que nos impone a veces la sociedad, se acerca a la mujer y a la niña,  las toca y la vida queda recobrada porque la fe puesta en él era mucha.

Jesús acorta las distancias con cada uno de nosotros. Sabe cómo somos y espera paciente que la fe nos acerque a él para poder decirnos: “Muchacha/o, a  ti te digo, ¡levántate!” 

 

COMO TÚ. Ain Karem
(Mc 5, 28)
LA MI RE LA
Si pudiera tocar la orla de tu manto
RE MI LA RE MI
quedaría curada para siempre.
LA MI RE LA RE
Si pudiera escuchar mi nombre en tus labios,
MI LA MI LA
todo mi ser tras mi amado.
Si pudiera mirar al mundo como tú
sería bendición para siempre
Si pudiera tocar la orla de tu manto
quedaría curada para siempre.
Si me atreviera a mirar al mundo como tú
sería bendición cada día.
Si me atreviera a tocar la orla de tu manto
quedaría curada para siempre.
Si me atreviera a escuchar mi nombre en tus labios,
todo mi ser tras mi amado.
Si me atreviera a escuchar el clamor de mis hermanos
sería cauce de tu consuelo
Si me decido a vivir en el mundo como tú
seré bendición cada día.
Señor, yo quiero mirar al mundo como tú
para llevar bendición como tú.

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