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“¿Qué más estrecho abrazo ni más íntimo beso que la unión personal del Verbo con la naturaleza humana?”

En estos tiempos en los que añoramos los besos y abrazos que antaño nos regalábamos tan despreocupadamente y sin ningún temor, nos suena a música celestial, y nunca mejor dicho, este precioso pensamiento de Padre Eladio. Navidad es precisamente esto: un estrecho abrazo de Dios a la Humanidad, un beso íntimo a cada ser humano que anhela la cercanía de quien puede llenar de sentido cada segundo de su existencia.

Abrazos y besos de un Dios que desea sanarnos de tantas rupturas con nosotros mismos, con los demás y con la naturaleza. Abrazos y besos de un Dios que desea ser luz para las incertidumbres más oscuras, aquellas que nos impiden caminar con firmeza y otear horizontes alcanzables.

Abrazos y besos de un Dios que desea recuperar nuestra infancia perdida, la magia de creer, de confiar, de esperar lo imposible. Abrazos y besos de un Dios que no desea más que vivamos en solidaria felicidad, siendo imagen de su Hogar Trinitario.

Cuando Dios se hizo carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre y piel de nuestra piel, la naturaleza humana alcanzó la plenitud divina, la belleza con que Dios nos soñó se hizo realidad y el Abrazo de quien es la Vida lo envolvió todo en el llanto frágil de un Niño.

Feliz Navidad

Artículo del Boletín nº93 de Diciembre. Leélo aquí. 

 

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