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Bienaventurados, felices… – VI Domingo. Ciclo C

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Cuesta leer hoy en día las bienaventuranzas y entenderlas como un programa de vida que aporta felicidad al hombre. ¿Cómo pueden ser dichosos los pobres, los hambrientos, los perseguidos…? ¿Cómo pueden alcanzar la felicidad cuando su vida diaria genera tanto sufrimiento y tanto dolor?

Y es que a los ojos de nuestro mundo este proyecto de vida que nos propone Jesús no tiene sentido. Vivimos movidos por el tener, el poder, al aparentar… Pero no podemos olvidar que lo que realmente nos hace feliz es aquello que nos devuelve nuestra esencia, lo que nos posibilita ser lo que estamos llamados a ser. Por eso las bienaventuranzas son un mensaje de felicidad y de esperanza. Porque nos conectan con la esencia de lo que realmente es Dios.

Felices los que son pobres y saben vivir con poco; felices los mansos, los que rechazan cualquier tipo de agresividad y violencia; felices los que sufren con los que sufren; felices los que saben perdonar de corazón; felices los que viven lejos de engaños y tienen un corazón limpio; felices los que trabajan por la paz, en cualquier momento y situación; felices los que son perseguidos por hacer el bien y estar cerca de los demás; FELICES porque un día alcanzarán la recompensa, no la del mundo, sino la del mismo Dios. Felices porque si vivimos así, estamos haciendo presente en nuestro mundo al mismo Dios.

Hna. Conchi Castro, JST

 

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