El Evangelio de hoy nos recuerda que se va acercando el Adviento, y con él, una primera etapa de textos “inquietantes” que aluden a la venida del Señor al final de los tiempos, lo que se conoce como Parusía.
No es fácil orar con estos signos apocalípticos que menciona Jesús y que anuncian el fin del mundo tal y como lo conocemos, aunque lo que en realidad profetizan es la nueva llegada “en poder y Majestad” del Hijo de Dios, y por tanto un acontecimiento de Plenitud y Esperanza.
Sin embargo, puede resultarnos más fácil o más atractivo quedarnos con esa posibilidad a la que Jesús alude de interpretar los signos de los tiempos a la luz y el soplo del Espíritu, y descubrir en este mundo cómo las palabras del Señor no pasan. Discernir la actualidad de la Palabra de Dios en nuestro hoy, es el desafío que nos puede ayudar a mirar al futuro con paz, por más incertidumbre que nos provoque.
Las palabras de Jesús no pasan porque se tornan respuesta ante la necesidad del otro; porque se vuelven valentía ante la hostilidad; porque se hacen compasión ante tanto dolor y sufrimiento, porque humanizan lo desencarnado… Las palabras de Jesús no pasan porque consuelan el desaliento y alumbran caminos allí donde se desdibujaron… Porque son palabras de Vida en fin, y nos ayudan a hacer presente al Cristo vivo en medio de tantos signos de muerte.
Hna, Marta Beneyto, JST