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Dios de las segundas oportunidades – III Domingo de Cuaresma

higuera esteril - josefinas trinitarias

El evangelio de hoy nos habla de una parábola tremendamente inspiradora. Una parábola capaz de acercarnos a la medida del corazón de Dios. Levanta nuestra autoestima. La esperanza de Dios trasciende la nuestra y la lleva más arriba y más adentro.

Dios confía en nosotros hasta el final. Es el Dios viñador, generoso. El de las segundas oportunidades. Si nos miramos hacia dentro somos lentos en reaccionar, en dar fruto. Necesitamos Alguien que confíe en nosotros a pesar de que nuestra vida es, muchas veces infecunda.

Dios es el Dios bueno, que riega y cuida constantemente nuestra vida para que dé fruto. ¡Cuántas madres, cuántos padres hacen esto! ¡Cuánto cuidado de los padres a los hijos! Un Dios que nos invita al cuidado: al autocuidado y al cuidado de los otros. Las plantas y las flores nacen del cuidado. Nuestros frutos sólo podrán nacer del cuidado. Si nos cuidamos podremos ser personas que benefician a otros, que generan frutos, que engendran vida.

 

Dios tiene una confianza incondicional e infinita en cada uno de nosotros. Espera en las personas. Confía y espera. Ese esperar tanto en nosotros es el que produce ese fruto que espera, es el que lo provoca.

Somos los hijos “consentidos” de Dios. Un Dios paciente y a la vez consciente de nuestras miserias. Dios nos concede un tiempo de gracia en esta Cuaresma, una condonación de nuestras deudas. Dios nos perdona lo que le debemos y olvida que no fuimos capaces de responderle.

Con esa esperanza nos da cada día una misión nueva. Somos la esperanza de su corazón de Padre. 

Lc. 13, 1-9

Hna. Mª Jesús Garrido, JST

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