Jesús, antes de subir al cielo, se encuentra de nuevo con sus discípulos. Pero esta vez es para ponerse en marcha, para iniciar el camino del anuncio del Evangelio a toda la creación. ¡Qué tarea más grande y más bonita! Y para ello Jesús no se fija en los fallos, ni en la debilidad de los discípulos. Todo eso ha pasado ya, ahora están fortalecidos, porque cuentan con la fuerza del resucitado. Y esta nueva llamada es apremiante y tiene carácter universal: deben ir al mundo entero y proclamar el evangelio a toda la creación. Y no deben temer, porque Dios está con ellos. ¡Qué seguridad saber que Dios no nos deja! ¡Qué seguridad saber que en nuestra tarea Dios nos acompaña!
Nosotros también somos llamados a ser sus testigos. Seamos sus manos y sus pies y llevemos su mensaje a todos los rincones de la tierra.
Hna. Conchi Castro, JST
(Mc.16, 15-20)