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ConVocados – IV Domingo Pascua

josefinas trinitarias

A día de hoy, ¿Quién nos puede asegurar y prometer verdad y compromiso? ¿Fidelidad e identidad?

Son muchas las voces que nos llegan en mensajes, programas, propuestas, promesas de los medios de comunicación, de los líderes, de los amigos; mensajes de distintos colores… pero ninguno dice con su vida: “no los dejaré de mi mano”, es decir, no os abandonaré.

Jesús viene a traernos una palabra de verdad, nosotros que nos movemos continuamente en la posverdad, en este mundo donde lo subjetivo da valor a lo real. Jesús nos muestra que la palabra, la disposición de escucha lleva siempre a un compromiso con el otro y por el otro. También a una identificación con Jesús, semejante a nosotros, que nos lleva de la mano hasta encontrarnos con el Padre.

LA voz que nos convoca nos habla de compromiso con el hombre, con el hermano. A no ser indiferente antes las alegrías y sufrimientos de quienes tenemos cerca y de quienes padecen lejos.

Su palabra nos habla de fidelidad: “nadie las arrebatará de mi mano”, “mi Padre, que me las ha dado, supera a todos”. El Padre  y el Hijo apuestan por el hombre, no dejan de lado la obra de sus manos. Estamos llamados a “divinizarnos”, a asemejarnos a Dios Trinidad en su comunión de amor y vida desde nuestra opción vocacional: matrimonio, consagrados, vida laical, sacerdocio, misioneros…

Su llamada nos habla de identidad: “Yo y el Padre somos uno”. Cada uno de nosotros ha sido invitado a unirse al proyecto de Amor, Justicia y Paz de Dios Trinidad.

¿Cómo respondemos en nuestro día a día y desde nuestra realidad?  Quizás necesitamos que Jesús, Buen Pastor, nos espabile el oído con su voz para encaminar nuestra vida tras sus pasos.

“Como cristianos, no sólo somos llamados, es decir, interpelados personalmente por una vocación, sino también con-vocados. Somos como las teselas de un mosaico, lindas incluso si se las toma una por una, pero que sólo juntas componen una imagen. Brillamos, cada uno y cada una, como una estrella en el corazón de Dios y en el firmamento del universo, pero estamos llamados a formar constelaciones que orienten y aclaren el camino de la humanidad, comenzando por el ambiente en el que vivimos. Este es el misterio de la Iglesia que, en la coexistencia armónica de las diferencias, es signo e instrumento de aquello a lo que está llamada toda la humanidad. Por eso la Iglesia debe ser cada vez más sinodal, es decir, capaz de caminar unida en la armonía de las diversidades, en la que todos tienen algo que aportar y pueden participar activamente”. (Mensaje Del Santo Padre Francisco para la 59 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones). 

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/vocations/documents/20220508-messaggio-59-gm-vocazioni.html

JST

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